La estructura cardíaca, el sistema circulatorio y el sistema respiratorio (integrado por pulmones, vía aérea, bronquiolos y alvéolos), asistido por los músculos intercostales, diafragma y músculos del cuello (para los procesos de inspiración-espiración), constituyen la llamada “bomba cardio-respiratoria”, responsable de la distribución del flujo sanguíneo a los tejidos, y del intercambio gaseoso periférico, a nivel alveolo-capilar para difundir el Oxígeno (O2) y expeler el Dióxido de Carbono (CO2).
Dentro de los aspectos fisiológicos del Sistema Cardio-Circulatorio, es importante valorar y comprender las adaptaciones del corazón, circulación, flujo sanguíneo central y periférico, además de la distribución hemodinámica del volumen circulatorio de sangre, generados por el ejercicio y el entrenamiento, en el camino de construir el llamado “corazón de atleta”. Lamentablemente, en muchas ocasiones vemos cómo atletas juveniles, llegan a procesos de entrenamiento importantes, con corazón “pequeño” y con una funcionalidad, pobre, producto de años de insuficiente entrenamiento aeróbico.
Es por ello que debemos conocer la interacción entre el ejercicio y el músculo cardíaco; saber que el grosor del miocardio depende de la tensión impuesta sobre las paredes de las cámaras del corazón y que el ventrículo izquierdo es el más engrosado (de todas las paredes), dada las grandes demandas y presiones que soporta durante los esfuerzos físicos.
Con la cronicidad de esta demanda, este músculo reacciona incrementando su tamaño, al igual que los músculos esqueléticos (factor determinante del necesario “corazón de atleta”). Se debe analizar el impacto que genera la actividad física y deportiva, sobre el incremento del Volumen Sistólico (V.S. – Volumen eyectado durante una sístole), cómo mejora la Fracción de Eyección (F.E. – Es la proporción de sangre bombeada, fuera del V.I., durante la contracción) y qué modificaciones se producen sobre el Volumen Minuto (V.M. – Es el volumen de sangre bombeada por el V.I., en un minuto: F.C. (60 a 80 lat/min) X V.S. (60 a 85 ml). En un atleta el V.M. puede pasar de 3-4-5 Lt. / minuto en reposo, a 20-22-25 Lt. / minuto, ante esfuerzos máximos.
Un aspecto muy importante a tener en cuenta es observar el comportamiento de la distribución de flujo sanguíneo y el retorno venoso, en condiciones de reposo, ejercicio sub-máximo, ejercicio máximo y cómo se comportan la tensión sistólica y diastólica.
Simultáneamente, es necesario comprender que, semejante proceso de incremento funcional cardio-circulatorio, debe ser acompañado por adaptaciones del pulmón, del sistema respiratorio, de los volúmenes de ventilación pulmonar, y de la tasa de intercambio de O2 y CO2, tanto a nivel alvéolo-capilar como de respiración celular periférica.
La respiración es la encargada, de realizar el intercambio de (O2 y CO2), entre la sangre y la atmósfera.
Desde ISAF, nuestro centro de formación deportiva, te contamos los cuatro propósitos que tiene la respiración:
- Volumen de ventilación pulmonar e hiperventilación.
- Intercambio de O2.
- Intercambio de CO2.
- Control del estado ácido-base de la sangre.
En cuanto a la función de la ventilación pulmonar, el movimiento de aire hacia y desde los pulmones está determinado por los cambios del volumen torácico. Durante el ejercicio, la contracción del diafragma y los músculos intercostales externos aumentan el volumen torácico, disminuyendo la presión intra-pulmonar. Como respuesta a estas acciones, el aire atmosférico se mueve por gradiente hacia el interior de los pulmones. En la ventilación, colaboran el esternocleidomastoideo, escalenos y trapecio.
El proceso llamado Difusión Pulmonar, sirve para cumplir con 2 objetivos:
- Completar el aporte de oxígeno a sangre durante el esfuerzo.
- Eliminar el dióxido de carbono que se ha generado y excretado a sangre.
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